el municipio belga que quiere ser español

La «sala de las telas» y el centro de cultura de Osterloo, el municipio belga que quiere ser español. El edificio se construyó hacia 1420 y era la sede del gremio local de fabricantes de paños. En 1514 se quemó casi por completo. Fue reconstruido con piedra arenisca y se le añadió una torre de ladrillo rojo desde la que, según la historia local, fue avistada la columna de mercenarios franceses que los habitantes masacraron. © Herman van Wolputte

Daniel Steuckers, alcalde y director del pequeño Museo de Historia de la localidad belga de Osterloo, en la provincia del Brabante Flamenco, descubrió el pasado verano un documento en los archivos del Ayuntamiento que ha revolucionado la vida de este pueblo de dos mil quinientos habitantes dedicado a la ganadería vacuna y la elaboración de queso. El pliego en cuestión se titula Den Schat der Priuilegen vande Stadt Oosterloo opgedraghen aen den Koningh (Tesoro de los Privilegios de la villa de Osterloo dedicado al Rey) y fue impreso en 1598 en la vecina Malinas por la viuda e hijos de Herman van Borculo.

Según consta en dicho texto, en 1587, Felipe II, a instancias del gobernador de los Países Bajos, Alejandro Farnesio, duque de Parma, de la cancillería de Brabante y el Gran Consejo de Malinas, eximió a la villa a perpetuidad del pago de impuestos por la fidelidad y los servicios de sus habitantes en la lucha contra los rebeldes holandeses. Tanto es así que Steuckers ha elevado una petición a la embajada española en Bélgica, previa celebración de un referéndum el pasado 22 de octubre que ha rubricado sus intenciones, para solicitar la reincorporación de Osterloo a la Corona española –petición que por el momento no ha recibido respuesta–.

Escena de mercado en una población flamenca (ca. 1620), óleo sobre Lienzo de Sebastian Vrancx (1573-1647), Ayuntamiento de Ommen. Este cuadro fue encargado por el consejo municipal de Osterloo, pero al no poder pagarlo a su autor, este lo vendió al Ayuntamiento de Ommen, donde se encuentra en la actualidad.

Un historiador local, Philip Hoogmartens, sostiene que no es la primera vez que el documento sale a la luz: “En 1787 el municipio lo esgrimió ante Juan Enrique, conde de Frankenberg y cardenal arzobispo de Malinas, para que eximiese de impuestos al pueblo, pero sin éxito”. Este historiador incide en el probable uso recurrente del documento desde una fecha temprana hasta la invasión alemana de 1914, en el transcurso de la cual un pelotón de soldados bávaros ebrios prendió fuego al archivo municipal y se perdió la mayoría de las actas del consistorio.

Un flamante historial de servicios a España

Steuckers, que también ha realizado una investigación, cita una larga lista de servicios que Osterloo rindió a la Monarquía Hispánica para justificar la solicitud del pueblo de formar parte del Reino de España: en 1594 los habitantes hicieron prisioneros a dos soldados amotinados en la vecina Weert y les cortaron las orejas, que puntualmente enviaron al gobernador interino de los Países Bajos, el conde Pedro Ernesto de Mansfeld; en 1623, un artesano local, Mechtild Stouten, fabricó treinta y dos cucharas de peltre para el Ejército de Flandes. Los servicios llegan más allá de la Guerra de Sucesión Española, pues consta que, en abril de 1727, un vecino de Osterloo, Pieter Nuyts, fue encarcelado en Ostende por una reyerta cuando se disponía a embarcar rumbo a España para alistarse en la Guardia Valona. Aunque Nuyts nunca llegó a subir a bordo, las actas del tribunal local mencionan sus alusiones constantes al honor del rey de España.

Los servicios de más lustre, Steuckers los deja para el final. La razón de que la villa fuese eximida del pago de impuestos por Felipe II en 1587 fue la victoria de los habitantes sobre las tropas del duque de Alençon en 1583. En esta refriega, que aparece mencionada en las crónicas de la época, se distinguió un pastelero llamado Walterus Born; el capitán Alonso Vázquez anotaría en su relato:

“se sabe que un pastelero que salió en camisa con una pica mató tantos franceses que, estando cansado de hacerlo a pie, cerró con uno de a caballo y lo mató, y subiendo en él siguió el alcance, haciendo cosas muy señaladas”.

El sacrificio fue mayor en tanto que los burgueses emplearon sacos de lúpulo para hacer barricadas en las calles, lo que mermó cuantiosamente su provisión de cerveza para el carnaval del año siguiente, que se celebró con insípida cerveza de salvado, según Vázquez, “la más barata y sin ninguna sustancia; llámanla en flamenco demuir, que quiere decir pequeña cerveza, y los valones la dicen petitabiera”.

Emboscada en Osterloo (ca. 1620), óleo sobre lienzo de Sebastian Vrancx (1573-1647), Ayuntamiento de Osterloo. Este lienzo fue encargado por los burgomaestres de Osterloo junto con la escena bucólica previa y refleja la derrota de los mercenarios al servicio de los rebeldes holandeses por los habitantes de la villa. Dado que no reunieron fondos suficientes para ambos lienzos, finalmente optaron por quedarse con este.

Otro hito se produjo en 1626, cuando un mercader de paños de Osterloo, llamado Hendrik Rynders, ofreció sus recursos y experiencia a Ambrosio Spínola, capitán general del Ejército de Flandes, para organizar un servicio de logística canina para uso de las numerosas guarniciones de los Países Bajos. Al igual que en otras regiones de Europa central y septentrional, en Flandes era común el transporte de ciertas mercancías –como cueros– mediante perros. Alonso Vázquez menciona el uso de:

“unos carretones que los tiran perros muy grandes, y los tienen tan industriados que, sin persona que los guíe, llevan los cueros a las tenerías, y en descargándolos se vuelven solos a sus casas, y de esta suerte los llevan de una parte a otra hasta que se acaban, porque como es gente tan ingeniosa, los tienen enseñados para este y otros efectos”.

Aunque el plan no llegó a realizarse, el documento de Rynders fue traducido al castellano como Proposition del usso de perros para el transporte de vastimentos del Exercito propuesto a su Magd. por Henrique Rynders, mercader de la villa de Oesterlo en el condado de Flandes, y se conserva en el Archivo General de Simancas, señal de que la propuesta llegó a las más altas esferas.

El municipio belga que quiere ser español

El alcalde de Osterloo en un carro tirado por perros (1916), fotografía de autor desconocido, Library of Congress, Washington. El servicio de logística canina no prosperó, pero en 1916 el alcalde de Osterloo, P. C Hooft, se vio obligado, tras requisar los alemanes todos los caballos del pueblo, a servirse de un carro tirado por canes en sus desplazamientos oficiales.

Una justa aspiración con respaldo popular

Estas y otras historias pone sobre la mesa la petición que el Ayuntamiento de Osterloo ha remitido a la embajada española en Bélgica con la esperanza de que sea aceptada y pueda integrarse en el Reino de España con sus privilegios incólumes. “Lo lógico sería que nos agregásemos a la provincia de Cantabria por el comercio marítimo”, sostiene Steuckers, que avanza que su consistorio está ultimado el borrador de una propuesta para crear una compañía marítima que se haga cargo del comercio entre Osterloo y los puertos cántabros vía Amberes.

El municipio belga que quiere ser español

Censo en Belén (1566) óleo sobre lienzo de Pieter Brueghel el Viejo (1525-1569), Museos Reales de Bellas Artes, Bruselas. Según el profesor de Historia del Arte Martin Jean De Bast (Universiteit Gent), el célebre pintor flamenco, asiduo a los desaforados carnavales de Osterloo, se inspiró en la localidad para ambientar este lienzo.

Ni el Ministerio de Asuntos Exteriores de España ni las autoridades belgas se han pronunciado aún al respecto, aunque la propuesta ha atraído la atención de algunos aristócratas locales, como Godtgaf van Trouwenraede, que ha hecho público en la prensa local que su familia nunca ha dejado de considerar al rey de España su señor natural. ¿Se avecina, tal vez, el restablecimiento de la autoridad españolas en los Países Bajos?

Bibliografía

Rahlenbeck, C. (1854): “Osterloo, une village singulier dans le Brabant flamand”, Messager des sciences et des arts, publ. par la Société royale des beaux-arts et des lettres, et par celle d’agriculture et de botanique de Gand, 12, pp. 209-247.

Steuckers, D. (ed.) (2018): Den Schat der Priuilegen vande Stadt Oosterloo opgedraghen aen den Koningh. Mechelen: Uitgaven van de Abdij van Mechelen.

Van Tongeren, J. (2009): “From ‘s-Hertogenbosch to Osterloo: how beer fuelled the Catholic resistance to the Dutch rebellion in the Flemish Brabant”, The Oxenfurt Historian, 87, pp. 93-118.

Inocentada, sí. Pero…

La entrada que publicamos ayer en nuestro blog es, por supuesto, una inocentada. Se basa, sin embargo, en un trasfondo veraz. Muchas de las citas que incluye han sido tomadas de la crónica del capitán Alonso Vázquez, publicada en los tomos 72, 73 y 74 de la Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España. Vázquez, que sirvió varios años en Flandes, incluyó al comienzo de su obra un prolijo retrato antropológico de los flamencos que no tiene desperdicio y realiza a lo largo del texto toda clase de observaciones curiosas. Es cierto, como se dice en el texto sobre la población ficticia de Osterloo, que flamencos y holandeses reforzaban sus baterías de artillería con sacos de lúpulo, y que usaban perros para transportar mercancías. También es verdad que un pastelero valeroso sembró el caos entre las tropas del duque de Alençon, pero no fue en Osterloo, sino en Amberes, en 1583. Y también es cierto, desde luego, que algunas poblaciones flamencas se distinguieron por su fidelidad a la Corona española, como ‘s-Hertogenbosch, o Bolduque, cuyos habitantes llegaron a flagelarse en procesiones públicas para contribuir a salvar, intervención divina mediante, a los tercios atrapados en la isla de Bomel en diciembre de 1585.

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